Córnea / Superficie ocular

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BLEFARITIS Y DISFUNCIÓN DE GLÁNDULAS DE MEIBOMIO

Blefaritis se define como una inflamación del borde palpebral existiendo dos tipos principales: anterior y posterior dependiendo de la zona afectada. La blefaritis anterior como su propio nombre indica afecta a la zona anterior del párpado y suele asociarse a otras patologías dermatológicas o a sobreinfecciones bacterianas de la zona.

La blefaritis posterior también conocida como Disfunción de las Glándulas de Meibomio se caracteriza por una alteración de dicha zona que suele producirse por una obstrucción de la secreción grasa que producen fisiológicamente dichas glándulas favoreciendo la inflamación de la zona y una disminución de la calidad lagrimal.

Ambos tipos de blefaritis suelen producir una sintomatología parecida, constituyendo una de las principales causas de ojo seco. La intensidad de los síntomas es muy variada en función de la severidad del caso pero suelen predominar la sensación de arenilla, cuerpos extraños, picor, escozor, lagrimeo y otros síntomas oculares inespecíficos.

La sintomatología es oscilante teniendo etapas de un mejor estado intercaladas con otras de empeoramiento de la sintomatología por lo cual el tratamiento contínuo y correcto constituye una de las principales bases para el bienestar de los pacientes afectados.

En general el tipo de afectación ocular es banal y con un acertado diagnóstico y tratamiento correctos se evitan las complicaciones posteriores con mayor gravedad y afectación ocular que pudieran comprometer la visión, si bien es cierto que en el caso de una evolución larvada y sin un correcto tratamiento podría producirse una alteración corneal con disminución de su transparencia que pudiera comprometer la visión.

No siempre es fácil determinar la causa de la blefaritis pero sí que se han demostrado algunos factores de riesgo de padecerla, tales como edad avanzada, enfermedades dermatológicas asociadas, tratamientos dermatológicos (principalmente el tratamiento antiacnéico con isotretinoína), descontroles hormonales, estados de estrés emocional, exposición a irritantes ambientales…

La blefaritis no se trata de un proceso contagioso por lo cual no suele producirse afectación del entorno familiar, si bien es cierto que existe determinada predisposición familiar a padecerla.

El tratamiento principal se basa en cuatro puntos:

  1. Higiene palpebral. La higiene palpebral es la base del tratamiento de la blefaritis tratando el problema desde la base del mismo. En función del tipo de blefaritis sufrida por el paciente (anterior/posterior) las bases del tratamiento pueden variar predominando el uso de unos elementos por encima de otros. De forma general se debe tratar el problema mediante la utilización de toallitas limpiadoras de la superficie palpebral o jabones con agua caliente, lo cual se debe alternar con tratamientos de calor y masaje palpebral en caso de afectación principalmente de las glándulas de Meibomio. El tratamiento debe ser continuado para evitar complicaciones posteriores.
  2. Lágrimas artificiales. Es la base del tratamiento para evitar molestias oculares sufridas por el deterioro palpebral. La inestabilidad de la lágrima generada por la patología de base hace que el sistema de lubricación fisiológica del ojo se vea alterado por lo cual debe ser sustituído por lágrimas artificiales que mejoren la sintomatología. El uso de las mismas no es para nada excluyente de la correcta higiene palpebral explicada en el punto anterior.
  3. Antibióticos orales. se emplean la doxiciclina y la minociclina no por su efecto antibiótico sino regulador de la secreción lipídica y antiinflamatorio.
  4. Otros tratamientos. En caso de mayor afectación o patología más severa su oftalmólogo podrá indicarle el uso de fármacos diferentes, ciclosporina, corticoides,… con los que mejorar su sintomatología. Además disponemos de tratamientos como IPL, Lipiflow, Miboflo y sondaje de Maskin.

La blefaritis es una enfermedad crónica y como tal no existe curación para la misma, pero sí se puede controlar y evitar una progresión y mantener al paciente completamente asintomático. Para ello los tratamientos adecuados y la correcta vigilancia por parte de su oftalmólogo son fundamentales para un buen control de la misma disminuyendo completamente los síntomas y dotando al paciente de una calidad vital adecuada.

CONJUNTIVITIS INFECCIOSA

La conjuntivitis es una de las enfermedades oftalmológicas más frecuentes y se define como una inflamación de la conjuntiva, que es la superficie más anterior y periférica que recubre el globo ocular. Debido a esta inflamación se produce un enrojecimiento ocular con aumento de la exposición de los vasos sanguíneos conjuntivales, constituyendo una de las principales  y más predisponentes causas de ojo rojo.

Las conjuntivitis infecciosas producen un marcado enrojecimiento ocular con molestias inespecíficas tipo arenilla, ardor, lagrimeo, sensibilidad a la luz y con la aparición de abundantes legañas o secreciones oculares que suelen ser mucho más numerosas al despertar por la mañana. La afectación suele comenzar en un ojo de forma unilateral pero tiende a extenderse al otro ojo, si bien la afectación de este segundo ojo suele ser más leve y menos duradera.

En el caso de las conjuntivitis víricas (las más comunes) el cuadro suele empeorar durante los primeros días a pesar de un correcto tratamiento para ir mejorando progresivamente y presenta una duración variable habiendo casos de curaciones en 3-5 días y otros con evolución más tórpida que pueden durar hasta 3-4 semanas.

Las conjuntivitis infecciosas son producidas por una infección en el ojo, en la mayoría de los casos un virus que puede coincidir con una infección de vías respiratorias altas, catarros… Al tratarse de una enfermedad infecciosa el contagio es posible y se podría decir que bastante frecuente sobre todo en las conjuntivitis virales (más que en las bacterianas).

Para evitar el contagio es fundamental una extrema higiene por parte de los pacientes afectados, evitando tocarse los ojos, no compartiendo sábanas ni toallas con gente de su entorno y lavándose frecuentemente las manos ya que estos elementos constituyen las principales vías de contagio. Debido a la alta contagiosidad de la conjuntivitis vírica en ocasiones se produce de forma epidémica en algunos centros de trabajo, escuelas…

El tratamiento principal de la conjuntivitis es sintomático, ya que al ser la mayoría virales suelen curar por su propia evolución, si bien un correcto tratamiento ayuda a mejorar la sintomatología de los pacientes. En el caso de la afectación bacteriana el uso de antibióticos tópicos en colirio consigue la eliminación de la infección en varios días.

En ambos casos los lavados abundantes con suero salino fisiológico para la retirada de las legañas constituyen el principal pilar del tratamiento y deben asociarse a medidas de higiene extrema y al uso de lágrimas artificiales para mantener hidratada la superficie ocular y mejorar la sintomatología.

El pronóstico de una conjuntivitis infecciosa en general es bueno, resolviéndose con normalidad la gran mayoría de los casos. Cabe destacar que el periodo hasta la curación completa varía en función del paciente habiendo cuadros de curación corta y otros más largos.

Con un correcto tratamiento la remisión completa de la misma es lo más frecuente si bien en algunos casos existen complicaciones asociadas como la aparición de infiltrados corneales que deben ser revisados y tratados en el caso de aparecer por su oftalmólogo.

Lo más importante para el manejo de una conjuntivitis infecciosa es realizar de una manera correcta las medidas higiénicas para evitar más contactos en personas allegadas. Es frecuente también uno ojo seco tras una conjuntivitis vírica.

CONJUNTIVITIS ALÉRGICA

La conjuntivitis es una de las enfermedades oftalmológicas más frecuentes y se define como una inflamación de la conjuntiva, que es la superficie más anterior y periférica que recubre el globo ocular. Debido a esta inflamación se produce un enrojecimiento ocular con aumento de la exposición de los vasos sanguíneos conjuntivales, constituyendo una de las principales  y más predisponentes causas de ojo rojo.

Las conjuntivitis alérgicas se caracterizan principalmente por un importante picor ocular asociado a un enrojecimiento ocular con ausencia parcial o total de legañas asociadas. Se dice que no hay alergia sin picor. En ocasiones de afectación importante puede coexistir con una inflamación palpebral y edema asociado.

Es importante evitar el profuso rascado ocular para contrarrestar el picor ya que a la larga produce un efecto rebote aumentando el picor y produciendo un empeoramiento de la sintomatología.

La afectación más frecuente es en pacientes alérgicos ya diagnosticados en los cuales un factor externo (alérgeno) entra en contacto con la superficie ocular produciendo una irritación de la misma. Puede presentarse en pacientes con alergias ya diagnosticadas pero también como primera manifestación y asociarse en algunos a alergias estacionales, tópicas…

Suele afectar principalmente a niños, adolescentes o adultos jóvenes. A diferencia de las conjuntivitis infecciosas las conjuntivitis alérgicas no son contagiosas por lo cual no existe riesgo de afectación en personas allegadas a los pacientes afectos.

Existen conjuntivitis alérgicas banales como la conjuntivitis alérgica estacional, perenne y conjuntivitis papilar gigante y graves como la queratoconjuntivitis vernal y atópica.

La evitación del agente alérgeno en caso de conocerlo constituye el principal tratamiento de esta patología. Extremar medidas de higiene, realizar un lavado profuso de la superficie ocular y coexistir en un ambiente lo más limpio posible evitando agentes irritativos son fundamentales de cara a esta patología.

De cara al tratamiento ocular debe ser pautado por su oftalmólogo y principalmente se basa en: lavados frecuentes con suero salino fisiológico para evitar la acumulación de secreciones y sobre todo de posibles alérgenos irritativos de la superficie ocular.

Es importante que el lavado se realice con cantidad abundante de suero salino y con buena presión. A los lavados deben añadirsele lágrimas artificiales para mejorar el confort ocular y antihistamínicos tópicos o antiinflamatorios con los que mejorar el cuadro. En ocasiones los tratamientos tópicos no son suficientes y deben asociarse a medidas sistémicas. Hoy en día el tratamiento para la queratoconjuntivitis vernal y atópica es la ciclosporina.

PTERIGIÓN Y PINGUÉCULA

La pinguécula y el el pterigión son alteraciones benignas de la conjuntiva, que es la mucosa transparente que recubre la parte blanca del ojo. La pinguécula es un depósito blanco-amarillento, como una “telilla amarilla” en la conjuntiva. Es un acúmulo de proteínas y grasas. Su crecimiento es casi inexistente. A diferencia del pterigión, no invade la córnea. El pterigión es un crecimiento carnoso de la conjuntiva hacia la córnea, a la que invade, pudiendo llegar a interferir en la visión.

La pinguécula en la mayoría de los casos es asintomática, siendo un hallazgo casual. En algunas ocasiones puede inflamarse, produciéndose una pingueculitis, que cursa con molestias y enrojecimiento. El pterigión en las fases iniciales también suele ser asintomático, pero con el crecimiento suele producir molestias. Además como invade la córnea puede producir disminución de la visión.

El principal factor de riesgo de ambas lesiones es la exposición crónica al sol, pero también hay otros factores, como la exposición a agentes irritantes, la sequedad ocular crónica o el envejecimiento. No son lesiones contagiosas.

La pinguécula no suele necesitar tratamiento. Si produce molestias se pueden emplear lágrimas artificiales, y si se inflama de forma aguda será necesario el uso de un antiinflamatorio local. Para las molestias producidas por el pterigión también se utilizan lágrimas artificiales. Si las molestias son constantes o está alterada la visión es necesaria la corrección quirúrgica.

No hay ningún tratamiento médico que haga desaparecer estas lesiones. La única opción para que desaparezcan es la cirugía, pero existen algunos casos que tras la cirugía recidivan, volviendo a crecer de nuevo. A pesar de ellos en determinados casos un control adecuado con tratamiento médico puede mantener al paciente asintomático sin ser necesaria una cirugía para su curación.

Dada su relación con la exposición al sol hay que emplear gafas de sol apropiadas (con filtro de rayos UV) para protegerse de la radiación ultravioleta junto con lágrimas artificiales.

QUERATITIS INFECCIOSAS

Las queratitis son inflamaciones de la córnea que es la superficie anterior del ojo a través de la cual se consigue la visión. Una infección bacteriana, viral, fúngica o parasitaria puede alterar la integridad de la superficie corneal produciendo sintomatología asociada y en casos graves en los cuales la evolución y el tratamiento no sean correctos producir pérdidas visuales.

Las queratitis infecciosas por lo general cursan con ojo rojo, dolor, lagrimeo y fotofobia. En función del germen infeccioso y de la gravedad de la infección la sintomatología es más o menos acusada, a la cual puede añadirse una disminución de la agudeza visual si la afectación es central y de cierta gravedad.

Es difícil encontrar una causa determinada que produzca una infección corneal. En algunos casos traumatismos con objetos orgánicos son un factor desencadenante, así como alteraciones corneales basales que se acaban sobreinfectado por gérmenes propios de la superficie cutánea.

En ocasiones el uso de lentes de contacto y sobre todo una mala técnica e higiene a la hora de la utilización de las mismas puede favorecer el crecimiento y colonización de ciertos microorganismos en la superficie corneal que produzcan una alteración de los componentes naturales corneales y altere su estructura.

Las infecciones corneales o queratitis infecciosas deben ser revisadas cautelosamente por su oftalmólogo para valorar el alcance de la lesión y determinar en función de los hallazgos encontrados los gérmenes causales más probables para poder iniciar el tratamiento adecuado lo más precozmente posible.

En algunos casos la exploración con lámpara de hendidura puede complementarse de la extracción de cultivos de la lesión corneal para delimitar el germen causante y establecer un antibiograma con el cual conocer los antibióticos que deben emplearse para curar la infección.

En el caso de las infecciones amebianas generalmente en pacientes portadores usuales de lentes de contacto pueden utilizarse unas pruebas más específicas como la microscopía confocal para delimitar la presencia de quistes amebianos dentro de la superficie corneal y así valorar la necesidad del tratamiento.

Las queratitis infecciosas son una causa frecuente de visita al oftalmólogo. Precisan de un tratamiento acertado y un seguimiento correcto e intensivo por parte de su oftalmólogo para indicar el correcto tratamiento antiinfeccioso en función del germen causante.

El tratamiento principal consiste en la administración de colirios con fármacos antiinfecciosos, antibióticos en caso de una infección bacteriana, antivirales si la infección es viral o antifúngicos en caso de sospechar una infección por hongos.

El tratamiento suele ser bastante intensivo en los comienzos de la enfermedad y se irá reduciendo progresivamente a lo largo de la evolución en caso de buena respuesta. Es fundamental en general evitar el uso de lentes de contacto en un paciente afecto de una infección corneal.

El correcto cumplimiento del tratamiento y las revisiones periódicas por su oftalmólogo para valorar la evolución del cuadro son fundamentales ya que algunas infecciones corneales pueden ser tan severas que acaben desarrollando alteraciones corneales tan importantes que acaben produciendo la perforación corneal o cicatrizaciones corneales persistentes que disminuyan mucho la visión y acaben requiriendo incluso un trasplante corneal para su resolución.

La mayoría de las queratitis infecciosas suelen responder bien al tratamiento médico, si bien existen algunos casos con evolución tórpida e infecciones por gérmenes multirresistentes los cuales suele ser difícil erradicar a pesar de un adecuado tratamiento.

Seguir las órdenes adecuadas de su oftalmólogo evitando factores de riesgo y realizando revisiones frecuentes una vez producida la infección para vigilar de cerca la evolución del cuadro es fundamental para una adecuada curación.

EROSIÓN CORNEAL RECIDIVANTE

Una erosión corneal consiste en una rotura del epitelio corneal, la parte más anterior de la superficie corneal, bien de forma traumática o por otro mecanismo. Una vez que se produce una erosión corneal la cicatrización puede producirse de una forma anómala que haga que el tejido regenerado pueda tender a romperse en ocasiones sucesivas.

En el momento de la apertura de la erosión el paciente suele verse afectado por un intenso dolor ocular, asociado a enrojecimiento, lagrimeo e intensa fotofobia.

La mayoría de las erosiones corneales recidivantes se producen tras un primer episodio de erosión corneal posiblemente postraumática, que puede ser tiempo atrás. Algunas distrofias corneales que afectan a la zona anterior corneal también pueden ser causas de erosiones corneales recidivantes.

El tratamiento de una erosión corneal se basa en la aplicación de lágrimas artificiales y pomadas lubricantes para favorecer la correcta epitelización de la misma, asociado al uso de algunos antibióticos tópicos y otros fármacos para disminuir el dolor en el episodio agudo.

En caso de falta de cierre completo de la erosión tras el uso de diversos fármacos asignados por su oftalmólogo podría precisar el trasplante de una membrana amniótica para el cierre del mismo si se genera un defecto epitelial persistente. En casos determinados de numerosas repeticiones de la erosión sufrida a lo largo del tiempo podrían valorarse algunas técnicas más invasivas como las micropunciones de la superficie corneal para disminuir el número de recidivas.

En general las erosiones corneales suelen cerrar bien y curar con el tratamiento médico, si bien el riesgo de recidiva está presente y en algunos casos precisa del tratamiento continuado para evitar la aparición de nuevos brotes. En el caso de no generar una cicatriz corneal tras la resolución del cuadro la recuperación visual completa suele ser muy satisfactoria.

TRANSPLANTE DE MEMBRANA AMNIÓTICA

El trasplante de membrana amniótica consiste en la colocación de una membrana amniótica procedente de un donante en la superficie ocular para el tratamiento de patología epiteliales inflamatorias o infecciosas que puedan necesitar del mismo.

En general no se trata de un tratamiento de primera elección en casos leves pero sí puede precisarse para enfermedades más agresivas y de mala evolución como los defectos epiteliales persistentes y resistentes a medicación tópica, la cirugía de pterigión recidivado, penfigoide y otras patologías de las mucosas, insuficiencias limbares, etc.

Se trata de un trasplante con menos riesgo que un trasplante corneal, prácticamente sin riesgo de rechazo debido a las cualidades de la membrana amniótica. Puede colocarse como injerto o como parche en función de la posición del mismo y ayudar al tratamiento de diversas patologías de la superficie corneal.

QUERATOCONO

El queratocono es un tipo de ectasia corneal en la cual la córnea pierde su morfología normal y adopta una forma cónica lo cual produce una alteración visual con disminución de la calidad visual.

Se trata de una enfermedad que suele afectar a gente joven con debut entorno a la segunda o tercera década de la vida. Se han encontrado algunos factores genéticos asociados al desarrollo del mismo que se combinan con otros factores ambientales para el desarrollo del mismo.

No existe una causa clara conocida del queratocono ni se trata de una enfermedad contagiosa. Antecedentes de alergias oculares y sobre todo el rascado profuso de la superficie ocular se han demostrado como factores de riesgo para el desarrollo del queratocono.

Debido a las alteraciones corneales producidas el queratocono produce una disminución de la calidad visual del paciente asociada a un picor profuso o intolerancia o inadaptación de lentes de contacto habituales. Esto se produce acosta del desarrollo de una miopía combinada con un astigmatismo irregular por la forma cónica que adopta la córnea.

Debido al desarrollo y progresión de la enfermedad la visión borrosa va aumentando y llega a no ser corregible con el uso de gafas y precisando cambios contínuos en la graduación. En caso muy extremo puede producir complicaciones por la rotura de algunas capas corneales y el acúmulo de líquido dentro del espesor corneal asociado a importante dolor ocular y pérdida de visión.

Para el diagnóstico del queratocono es fundamental una exploración básica por parte del oftalmólogo apoyada en algún método más específico como es el caso de una topografía corneal (estudio de la superficie corneal). En casos avanzados la simple exploración en la lámpara de hendidura permite la detección del mismo.

Debe sospecharse en pacientes jóvenes con grandes astigmatismos sobre todo irregulares que progresan y precisan cambios de graduación contínuos, que no alcanzan buena visión sólo con el úso de gafas y que no toleran o no consiguen adaptarse al uso de lentes de contacto.

El tratamiento del queratocono varía en función del estado de la enfermedad. En casos leves la simple observación si se confirma la no progresión del mismo es suficiente. También en casos leves el uso de lentes de contacto semirígidas gas permeables consiguen una correcta adaptación y modelación corneal mejorando la calidad visual del paciente y en algunos casos frenando la evolución del mismo.

En casos más avanzados o con mayor progresión se debe proceder a la realización de cirugías oculares como el cross-linking para frenar la progresión del mismo o la implantación de segmentos intraestromales corneales para regularizar la superficie corneal y conseguir una mejora de la calidad visual, en algunos casos asociándolo al uso de lentes de contacto posteriores.

Se pueden realizar cirugías combinadas de ambas técnicas en casos necesarios. En los casos más graves en los cuales las técnicas más “conservadoras” no pueden realizarse se debe proceder a la realización de un trasplante de córnea para sustituir la superficie afectada por una córnea donante y mejorar el cuadro.

En función de la gravedad de la afectación el trasplante puede realizarse de unas capas corneales (trasplante lamelar) con mejor recuperación visual y menor riesgo de rechazo o de la totalidad de la córnea (trasplante penetrante).

DISTROFIA DE FUCHS / CÓRNEA GUTTATA

Las distrofias corneales son un grupo de enfermedades generalmente bilaterales y hereditarias que afectan a las distintas capas corneales  produciendo una alteración de las mismas y dificultando la calidad visual. La distrofia más frecuente es la Distrofia de Fuchs que afecta predominantemente al endotelio corneal

Existe un componente hereditario en las distrofias corneales existiendo algunas mutaciones genéticas que producen un mal funcionamiento de las células afectadas imposibilitando su función fisiológica normal. Un caso diferente es la distrofia de Fuchs que en la mayoría de los casos no se ha encontrado un componente genético asociado.

Los síntomas producidos por las distrofias corneales dependen de la capa corneal afectada. Existen 5 capas corneales: epitelio, membrana de Bowman, estroma, membrana de Descemet y endotelio y en función de la afectada por la distrofia los síntomas varían. Las distrofias de capas más anteriores o superficiales suelen producir síntomas irritativos del tipo sensación de arenilla o cuerpo extraño, molestias oculares inespecíficas o incluso dolor severo en el caso del desarrollo de erosiones o heridas corneales que suelen ser recidivantes a lo largo del tiempo.

Las distrofias de capas más profundas se caracterizan por generar menos síntomas locales acosta de generar mayores síntomas visuales haciendo que disminuya la transparencia corneal normal y produciendo progresivamente una disminución de la visión de los pacientes.

El diagnóstico principal de las distrofias corneales suele realizarse clínicamente tras la exploración por un oftalmólogo en la lámpara de hendidura, siendo aconsejable la realización del mismo por un oftalmólogo experto en las mismas para delimitar mejor la distrofia padecida y su tratamiento. En ocasiones es necesario realizar estudios genéticos u otras pruebas accesorias para certificar el diagnóstico.

El tratamiento de las distrofias corneales depende de los síntomas que produzcan. En casos leves pueden no precisar tratamiento y sólo observación. En caso de afectación de la zona anterior con erosiones corneales recidivantes o defectos epiteliales persistentes el tratamiento se centra en lo descrito en el apartado correspondiente.

Cuando el problema es la pérdida de transparencia corneal suele ser necesario recurrir al trasplante de córnea para solucionar el problema. En función de la capa afectada y de la severidad del problema podría solucionarse con un trasplante lamelar (sólo de la capa afecta) ya sea anterior o posterior que suelen dotar al paciente de un postoperatorio mejor y más corto y en el caso de las anteriores disminuye el riesgo de rechazo endotelial.

En el caso de desarrollar una afectación mayor con turbidez estromal severa será preciso realizar un trasplante de córnea penetrante (todo el grosor corneal).

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