El uso de las pantallas en nuestro día a día se ha convertido en algo común. Ya sea para disfrutar de un rato de ocio, buscar información o porque las necesitamos para trabajar, lo cierto es que durante bastante tiempo a lo largo del día estamos expuestos a las mismas, con sus consecuentes efectos negativos.
De acuerdo a un estudio realizado en el 2018, más del 69 por ciento de los usuarios de pantallas sufren de fatiga visual, conocido habitualmente como el “Computer Vision Syndrome” (o síndrome de vista por ordenador). Este síndrome se define como un grupo de problemas relacionados con la vista debido a pasar demasiado tiempo haciendo uso de las pantallas. Los síntomas más comunes del CVS son visión borrosa, sequedad ocular, irritación y dolores de cabeza.
Durante los últimos años se ha experimentado un aumento de pacientes en clínicas oftalmológicas con síntomas del síndrome de visión por ordenador. De hecho, se estima que a día de hoy afecta a 60 millones de personas en el mundo, detectándose 1 millón de nuevos casos al año. Como respuesta a este problema, la industria de la oftalmología se ha propuesto el desarrollo de productos y la formación de terapistas específicos para intentar paliar o frenarlo.
Una de las hipótesis más extendidas es que el CVS es causado por la luz azul que emiten las pantallas. Gracias a esto se han desarrollado una variedad de lentes especializadas que reducen la transmisión de luz azul al ojo. Comúnmente se conocen como filtros de luz azul y buscan reducir los problemas por el uso de pantallas. Sin embargo, ¿sabemos hasta qué punto funcionan este tipo de filtros?
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Estudios hasta la fecha sobre los filtros de luz azul para pantallas
Hasta hace poco no se contaba con ningún estudio fiable que hablase sobre la eficiencia de este tipo de lentes. Sólo se sabía de una investigación, pero este, desde su partida, contaba con una serie de características que lo hacían, a priori, poco fiable. Primero, porque estaba patrocinado precisamente por una empresa productora de lentes. Y, además, no había ni un pre registro y los pacientes fueron reclutados de manera poco apropiada.
Una revisión sistemática y un meta-análisis recientes investigaron los daños y beneficios de los filtros de luz azul, aspectos como el rendimiento visual, la salud macular y el ciclo de sueño vigilia. Los autores concluyeron que se requieren más ensayos para hablar del beneficio potencial de este tipo de lentes.
Nuevo ensayo sobre los filtros de luz azul
El American Journal of Ophthalmology está por publicar un artículo sobre un nuevo estudio de las lentes que bloquean la luz azul. Sumeer Singh, Laura E. Downie y Andrew J. Anderson, bajo la dirección del profesor Andrew J. Anderson de la Universidad de Melbourne, en Australia, realizaron un estudio controlado, aleatorio y de doble enmascaramiento, para comprobar la efectividad de los filtros.
Todo, bajo la premisa de conocer más sobre si realmente los filtros de luz azul consiguen aliviar los síntomas del CVS.
Un aspecto novedoso del diseño del estudio implicó un paso de aleatorización para modular la defensa clínica de la intervención, por lo que los investigadores no presentaron la intervención asignada de forma positiva. Este enfoque permitió la práctica clínica, donde casi siempre se aboga qué terapia prescrita debe ser simulada, en contraste con el tono deliberadamente equívoco comúnmente adoptado en ensayos.
Otro aspecto original del estudio fue que se hizo creer a todos los participantes que habían recibido una intervención activa. Esto nuevamente simula la práctica clínica, donde los pacientes nunca esperan recibir un placebo.
Este doble enmascarado se realizó en el Departamento de Optometría y Visión de la Universidad de Melbourne. El estudio se adhirió a los principios de la Declaración de Helsinki. El ensayo fue prospectivamente inscrito en el Registro de ensayos clínicos de Australia y Nueva Zelanda y se obtuvo el consentimiento informado por escrito de cada uno de los participantes antes de la inscripción.
Los participantes y el diseño del estudio
Los posibles participantes fueron evaluados por teléfono mediante un cuestionario validado para CVS. Este examinó 16 síntomas, y los participantes tuvieron que indicar la frecuencia e intensidad de cada síntoma con el uso de la computadora. Aquellos con un diagnóstico de CVS, según lo indicado por una puntuación del cuestionario de 6 o más, fueron invitados a asistir a una visita de estudio en persona.
A la hora de determinar los criterios de admisión de participantes, se fijaron en que fuesen adultos de 18 a 40 que hagan un uso habitual de la computadora sin gafas de corrección, que no necesitasen ayuda de lentes de contacto para enfocar a menos de 40 centímetros. Se excluyó a posibles participantes que contasen con antecedentes de enfermedad neurológica, migraña y/o nistagmo.
También se excluyó a individuos que tuviesen experiencia en el mundo de la oftalmología, ya sea directa o indirectamente. Esto fue así porque se consideró que habría más posibilidades de que, al tener conocimientos previos, pudieran influir sin saberlo en los resultados.
El proceso de aleatorización estuvo muy presente durante todo el estudio. Primero, se dividió a los participantes, de forma totalmente aleatoria, en los grupos de positivo y negativo. Y, a su vez, se les volvió a dividir entre los que tenían filtros y los que recibían placebos. De esta manera, se crearon 4 brazos de intervención.
Además, a ninguno de los sujetos del estudio se le mencionó el término “filtro de luz azul” para evitar así que pudiesen buscar información por su cuenta. En el propio estudio, la intervención se denominó «lentes para gafas diseñadas específicamente para reducir CVS.
Parámetros de las lentes que se usaron
El grupo de intervención positivo recibió las lentes que filtran la luz azul mediante el recubrimiento de la superficie frontal entre el 10% y el 30% en el rango, de 400 nm a 500 nm. Estas lentes casi bloquean la transmisión por debajo de 400 nm, y tenían aproximadamente el 95% de transmisión entre 500 – 700nm. Se eligió precisamente esta lente porque ofrecía el mayor nivel de atenuación de la luz azul de entre las que se encuentran en el mercado.
El grupo «control» (placebo) recibió lentes con recubrimiento UV, con un revestimiento antirreflejos convencional que no filtraba la luz azul. Ambos tipos de lentes no tenían potencia (0,00 D). Como las lentes que bloquean el azul tienen un sutil reflejo azul en la superficie, el evaluador de resultados usó lentes amarillas para enmascarar esta reflexión.
Procedimiento del estudio
Los participantes se sometieron a una serie de evaluaciones previas a la tarea, como una medida subjetiva de la fatiga visual mediante un cuestionario de puntuación de síntomas (que consta de nueve dominios de síntomas diferentes). También se tomaron medidas objetivas de la fatiga ocular, como la frecuencia a la que una luz parpadeante deja aparentemente de parpadear (conocido como la frecuencia crítica de fusión de parpadeo), los movimientos sacádicos del ojo, el punto de acomodación, el punto cercano de convergencia y la frecuencia de parpadeo (que se midió por minutos).
Se pidió a los participantes que discriminaran 2 estímulos a diferente frecuencia, pero misma duración. La prueba se completó después de cuatro reversiones. Las tasas de parpadeo se midieron con una webcam al inicio y al final del período de tiempo que los participantes realizaron las tareas frente al ordenador. Los participantes no sabían que se estaba controlando el parpadeo para capturar las características naturales del parpadeo.
¿Los filtros de luz azul reducen la fatiga visual? Conclusiones del estudio
Los investigadores lo tienen bastante claro. El estudio ha probado que los filtros de luz azul que se encuentran actualmente en el mercado no reducen la fatiga visual producida por las pantallas. Sin importar, además, que estas estén recomendadas o no por un una clínica especializada.
A pesar de que se recomiendan ciertas medidas, como software especializado (por ejemplo la pantalla de noche en los móviles) o suplementos vitamínicos para proteger de la luz azul, lo cierto es que en el estudio se usaron filtros más potentes que los que se encuentran habitualmente en el mercado. Este hallazgo, concuerda con la falta de una teoría que hable de que realmente la luz azul de las pantallas es la que causa la fatiga visual.
Las pruebas realizadas a los voluntarios al estudio demostraron que no había diferencias a la hora de hablar de fatiga ocular entre los distintos grupos. Únicamente se encontraron diferencias en el movimiento ocular y en que los del grupo positivo tardaron más en completar la comparación sacádica que los del grupo negativo. No obstante, su relevancia clínica aun no está clara.
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